La primera temporada de lo que promete ser una reveladora, pensada y espectacular serie televisiva. Y sí, cuando esto salió todo el mundo me comentaba que la viera, hasta que al fin lo hice. Sin desperdicios, la increíble historia del caso O.J. Simpson desde el punto de vista de ambas tribunas, la procuraduría de Los Ángeles y los abogados defensores.
Y es este vaivén de posiciones, líneas del tiempo, enfrentamientos y puntos de vista que le permite a la serie establecer un control y manejo del suspenso magistral. Técnicamente peculiar con secuencias de cámara en mano, planos secuencia e infinidades de primeros planos, realmente te sientes parte del proceso, sientes que profundizas en todos los aspectos del caso y que de alguna forma no hay una mejor forma de contar esta historia.
Y en mi opinión todo esto fue logrado porque los realizadores realmente tenían el único propósito de mostrar lo que verdaderamente ocurrió, sin discursos sociales, sin muestras de favorecimiento. Simplemente como esto afectó a cada una de las personas involucradas, como se comportaron dependiendo de dónde venían y a dónde iban. Pero todo esto, aunque puntos positivos, no son lo que hace a la serie trascender.
Todo esto recae sobre los hombros de una sola cosa, las actuaciones. Un elenco de primera, con actuaciones realmente impresionantes que no te permiten concebir el hecho de que estas personas no vivieron esto y sacaron todo de investigación. Y es por estas actuaciones entonces, que comienzas a conocer estos personajes, a ver sus objetivos, su ira, sus propósitos y motivos. Lo que al final termina de hacerte entender por qué todo se desarrolló y acabó como lo hizo. Simplemente una clase magistral de cómo se debe contar una historia. Imperdible.
Calificación personal: 9/10.