A WEIRD KIND OF BEAUTIFUL (2025) – RESEÑA

Still #2

La amistad, como un hilo tenso, puede parecer irrompible hasta que un tirón revela todos sus nudos. Ese es el latido central de “A Weird Kind of Beautiful”, el debut como director de Gabriel Mayo, una película breve en metraje pero vasta en conflicto, que transcurre casi íntegramente en una única locación y, aun así, consigue sentirse expansiva y claustrofóbica al mismo tiempo.

El mayor mérito de Mayo está en cómo levanta un ambiente de tensión sostenida; cada diálogo es una hebra que el guion va desenredando con paciencia, dejándonos descubrir a estos cuatro amigos mientras exponen sus heridas. El espacio nostálgico, una casa que se vuelve calabozo emocional, obliga a los personajes (y a nosotros) a enfrentar el pasado sin escapatoria posible, evitando el sentimiento de sobre‑exposición que suelen tener los dramas ubicados en una sola locación.

Still #3

Esa contención contrasta con el prólogo, donde vemos al grupo en plena efervescencia juvenil, risas, travesuras, una libertad casi despreocupada. Ese preámbulo funciona como espejo cruel; basta un parpadeo para que la juventud vibrante se transforme en la mediocridad adulta que ahora los asfixia. La transición es tan súbita que se siente como una especie de latigazo temporal.

A medida que la noche avanza, las revelaciones se apilan y la trama se complica sin perder coherencia. Sí, algunos diálogos son tan afilados que parecen rozar lo teatral, pero terminan encajando en la viscosidad moral que la cinta nos plantea, una amistad tóxica que se desarma frente a la chispa trágica de una muerte. La sobredosis de David no sólo desencadena confesiones; expone la miseria escondida tras cada gesto de camaradería.

Still #1

Lo fascinante es cómo la película abre la conversación sobre salud mental y dependencia sin señalar culpables absolutos. Las drogas, la envidia, la búsqueda de validación, cada tema surge de forma orgánica, incrustado en la personalidad de estos adultos que nunca terminaron de crecer. No hay sermón ni redención fácil; sólo el espejo roto de sus decisiones.

Las actuaciones sostienen toda la estructura. Cada mirada, cada silencio, aporta una capa extra de resentimiento o ternura, permitiendo que la tensión no decaiga aunque el decorado permanezca inmutable. En una sola locación la cámara captura micro‑gestos y respiraciones contenidas, haciendo que lo cotidiano se vuelva amenazante.

Still #4

Al final, “A Weird Kind of Beautiful” confirma que no hace falta recorrer grandes paisajes para contar un colapso humano. Basta encerrar a un par de almas heridas en un patio y dejarlas arder. Mayo transforma la modestia de su escenario en virtud, y nos recuerda que a veces la belleza más extraña surge del choque brutal entre lo que fuimos y lo que aceptamos ser. Aparte de que la adaptación de historias reales se le sale por los poros.

Calificación personal: 8/10.