Dirigida por David Leitch y protagonizada por un genial elenco. La secuela de la casi perfecta primera entrega de este desquiciado anti-héroe se vuelve una relajada comedia para adultos cuya poca atención a la historia crea un sabor agridulce entre los momentos cómicos y el desarrollo de su relato. Cuando vimos Deadpool por primera vez todo fue una sorpresa, desde la impensable violencia en pantalla, hasta los crudos chistes y el uso de la cuarta pared, todo llegó como un combo perfecto para entretenernos.
Esta vez, nada de esto es nuevo, por lo que a mi parecer el foco principal de los realizadores no debía ser el expandir eso sin pensar en la historia, sino todo lo contrario, narrarnos un relato verdaderamente interesante y que como aspecto adicional tenga todas esas características que hicieron de la primera, inolvidable. Ryan Reynolds nació para el papel de Deadpool, su caracterización es impecable y es la razón por la cual el personaje está vivo.
Los demás actores que juegan un papel dentro del filme están bien, destacando a Josh Brolin como Cable, sin embargo por siempre serán opacados por el personaje principal. Técnicamente mejorable, la película no tiene el mismo aspecto cinemático que tuvo la primera, quizás por la inexperiencia de su director, así como también los efectos especiales no son de lo mejor, mucho menos cuando lo último que vimos fue la impresionante Avengers: Infinity War.
Con un intro espectacular que se vuelve de lo mejor del filme, y escenas post-créditos que se establecen como las más geniales y arriesgadas que hemos visto hasta ahora, sin lugar a dudas el aspecto más especial de Deadpool 2 es su capacidad de jugar consigo misma, de relajar todos y cada uno de los aspectos de la cultura pop poniendo a la audiencia a reírse a carcajadas aunque de vez en cuando, por igual, tenga uno que otros chistes forzados. Si le hubiesen dado más amor a la narrativa del asunto, hubiese vivido a las expectativas que la primera le dejó.
Calificación personal: 7/10.