EL TOMATE PERFECTO (cortometraje) (2024) – RESEÑA

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Las raíces de un árbol no siempre son visibles, pero sin ellas, no hay frutos. “El Tomate Perfecto”, dirigido por Cristobal Abugaber, es un cortometraje que encapsula con sensibilidad la conexión profunda entre el ser humano y la tierra. En su núcleo, la historia sigue a Nacho, un agricultor que ha dedicado su vida al campo y a la enseñanza de su oficio a su nieta. Sin embargo, la narrativa va mucho más allá del acto de sembrar: es un relato sobre el legado, sobre la transmisión de valores y sobre la forma en que la ambición de las nuevas generaciones a veces olvida el sacrificio de quienes vinieron antes.

El cortometraje logra un balance perfecto entre lo visual y lo emocional. La relación entre abuelo y nieta se desarrolla con naturalidad y calidez, permitiendo que el espectador se involucre en su dinámica sin que se sienta forzada o manipulada. También está presente el choque generacional entre lo tradicional y lo moderno, pero tratado con una sensibilidad que no victimiza ni condena a ninguna de las partes. En ese sentido, El Tomate Perfecto no solo nos habla de la tierra en su sentido literal, sino del peso de la historia familiar que cargamos y de la importancia de valorar lo que ya tenemos antes de perseguir lo que creemos necesitar.

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Uno de los mayores aciertos de la película es su dirección de fotografía. Cada cuadro resalta la belleza del campo con una estética impecable que engrandece los espacios y la relación de los personajes con su entorno. La paleta de colores cálidos y la composición de los planos refuerzan la sensación de nostalgia y amor por la tierra, haciendo que el cortometraje no solo se sienta real, sino también íntimo y universal. La música, por su parte, complementa de manera orgánica la historia, sin exagerar la emoción pero potenciando la conexión con los personajes y su mundo.

Las actuaciones son otro punto fuerte. Eligio Meléndez ofrece una interpretación contenida pero poderosa, llena de matices que reflejan el peso de los años y la experiencia. La química entre él y la joven actriz que interpreta a su nieta es genuina, haciendo que los momentos más emotivos se sientan sinceros en lugar de manipuladores. Es una historia que funciona porque se siente auténtica, porque toca fibras sin necesidad de grandes discursos o giros innecesarios.

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En definitiva, El Tomate Perfecto es un recordatorio hermoso y conmovedor de lo que significa la gratitud. Gratitud hacia la tierra, hacia nuestros ancestros y hacia la vida misma. Es un cortometraje que resuena no solo con quienes han crecido cerca del campo, sino con cualquiera que haya sentido el peso de un legado y la responsabilidad de honrarlo. Un trabajo impecable en su ejecución y poderoso en su mensaje.

Calificación personal: 8/10.