En el caos, la estética reina. Y en lo espléndido, lo común resalta. Me he dado cuenta de que estamos obsesionados con la “primera vez”, al punto de que añoramos a tiempo completo cada una de nuestras primeras veces, como si fuesen, en todo sentido, mejores que sus sucesoras. Esto ocurre con las experiencias, obviamente, y traspasándolo a nuestro medio, irónicamente también ocurre con las series. La segunda temporada de “Euphoria” sostiene la serie en sus magnífico “cómo”, pero deja cojear varios aspectos sobre la lógica de su historia.
Magnífico “¿cómo?”, fue parte esencial de lo que nos hizo amar la primera temporada, que la forma en cómo estaba hecha la serie llevara la tragedia de adicción a otros niveles. La serie nunca fue un drama colegial, o al menos no lo asociábamos a ello, sino más bien a una muestra cruda de todos los demonios/placeres que nos arropan como juventud. Drogas, alcohol, racismo, homofobia, bullying, violencia intrafamiliar, sexo. Sam Levinson asocia a cada uno de sus personajes con estos defectos para traernos una historia tan cercana que se siente ficticia.
Definitivamente lo que la hizo trascender fueron sus tecnicismos, que acompañados de magníficas actuaciones, nos hacían aplaudir cada escena mostrada. Pero a diferencia de su primera temporada, la segunda se enfoca mucho en sorprendernos visualmente hasta el punto de que por momentos ignora la realidad de su historia. Personajes caricaturizados, líneas narrativas olvidadas y saltos que nos confundían sobre el verdadero protagonismo de la serie. No de manera exagerada, pues aun así la serie contó con más halagos que fracasos.
Qué ocurre, este tipo de historias sobre la juventud suelen ser bien sensibles a lo ridículo, pues los problemas de los jóvenes adultos, aunque serios y caóticos, frente a terceros pueden parecer banales. Es por esto que los escritores de la serie deben darle protagonismo a crear una línea narrativa conjunta, dramática y con ciertos elementos sorpresivos. En gran parte así fue, los caracteres de los personajes siguieron una secuencia lógica frente a sus posiciones en la primera temporada y de alguna forma las apuestas crecieron. Sin embargo al final mucho se sintió sin consecuencia.
La mejor parte de Euphoria es cuando se enfoca en sus personajes, irónicamente lo técnico cobra sentido cuando nos encontramos entre la espada y la pared frente a quien añorar. Era imposible no compararla con su primera entrega, algo que se sentía que distraía de una trama un poquito halada de los cabellos. Aun así, los momentos de tensión fueron llevados de manera magistral, las perdidas se sentían emocionales y la dinámica de introducción de personajes o relaciones entre ellos se sentía tan apasionante como los primeros episodios.
En su núcleo, es una serie hermosamente hecha, con actuaciones que la llevan a otro nivel (un saludo a Zendaya, Sydney Sweeney, Angus Cloud, Eric Dane, y realmente todo el elenco), pero que lo que la hace trascender son sus episodios/momentos en los que nos muestra el efecto de la adicción, la violencia y la co-dependencia en nosotros y quienes nos rodean. Cuando nos recuerda que para todo hay un ¿por qué?, y detrás de toda la parafernalia que casi está de más en esta temporada, se mantiene real. Eso sí, no creo que se sostenga por muchas más temporadas.
Calificación personal: 8/10.