Tan cercano como en 2018 “Homeland” se encontraba manejando un inmenso subtexto social sobre las consecuencias de una nunca antes vista división política dentro de los Estados Unidos. Fruto de esa división es que actualmente son testigos de sus resultados, un presidente sin filtro e inmoral, y una crisis política que amenaza con la inestabilidad no solo de un inminente proceso electoral, sino del destino socio-económico del país.
Viendo todo lo que ha ocurrido de 2016 a 2020, es que me sorprendo con lo cercano de los eventos de la séptima temporada de “Homeland”. Una serie que ha dedicado sus esfuerzos a una presentación exacta de los procesos espiatorios del país más importante del mundo, y que mientras lo hacía se concentraba en las fuerzas externas que significaban una constante amenaza para la nación.
Sin embargo, mientras se acercaba a su final, es impresionante como los propios creadores se dieron cuenta de que el mal más grande de ese país viene de adentro, de su división, su rechazo, su constante evolución económica que deja a un lado la apreciación humana y las gigantescas consecuencias de la avaricia de unos cuantos.
Todo eso mientras logra mostrar grandiosas actuaciones, un drama humano sobre la dualidad en las vidas de quienes se encuentran en el centro y un suspenso tan magistral como su resultado fue impredecible. Sin duda una de las mejores series que he visto.
Calificación personal: 8/10.