El miedo al cambio es inevitable, y aunque muchos podemos intentar abrazarlo fuertemente para disimular lo aterrorizados que estamos, otros encuentran confort en contar lo que se siente para darle sentido a los propios sentimientos y encontrar tranquilidad en la universalidad de todo lo que vivimos. “Marcel the Shell with Shoes On”, entre muchas cosas, es una forma hermosa de ver el cambio, de mostrarnos vulnerables detrás de lo que tanto añoramos y de como muchas veces lo que soñamos está luego del dolor y la incertidumbre.
Hace más de diez años, Dean Fleischer-Camp sacudió el corazón de millones de personas cuando estrenó un cortometraje animado en YouTube titulado, “Marcel the Shell with Shoes On”. Aquella pequeña concha, cuya personalidad no cabe dentro de su tamaño, se convirtió en un fenómeno que llevo a Fleischer-Camp a hacer dos secuelas animadas más, que luego estrenaría en YouTube por igual. Doce años después, nos trae una película sobre Marcel, contando la historia completa.
Ineludiblemente relacionamos a Marcel con su creador, pues muchas veces a la hora de contar una historia y crear personajes, solemos dejar mucho de nosotros, o al menos de nuestros traumas, en ellos. Escondiéndose en los elementos del cine documental, la película nos presenta a un protagonista muy peculiar, cuyo universo completo es una sola casa y se expande cuando conoce a Dean (aquí es cuando se rompen las barreras entre la realidad y la ficción).
Irónicamente Marcel tiene tanto para enseñarle a Dean, y a nosotros detrás de su lente, casi a la par de lo que Dean tiene para enseñarle a él. Y en esta dinámica que se siente parecida a la de un ventrílocuo, vamos conociendo a Marcel como un curioso que intenta esconder sus miedos detrás de una personalidad firme e ingenua. Como un niño que tiene mucho para decir, Marcel se roba nuestros corazones al recordarnos el valor de la comunidad, a cuidar lo que más amamos, y a no saltar ciegos ante cualquier oportunidad.
Pero la ingenuidad también trae consigo el aprendizaje, y es aquí donde nos damos cuenta de que Dean utiliza a Marcel y a Nana Connie, su relación y conversaciones, para mostrarnos ambas caras de la moneda. La de la seguridad y curiosidad, y la de mostrarnos abiertos a las oportunidades, incluso cuando esto implique un cambio que pueda ser doloroso. Como si nos estuvieran dando una clase maestra de cómo lidiar con el duelo, dándonos cuenta de que no somos una isla.
Dentro de la perspectiva de Marcel, la película se ubica principalmente en un mundo diminuto, la fotografía permite escondernos detrás de la vastedad de algo tan común como una casa rentada en Airbnb. Y utiliza elementos tan comunes como el polvo, la comida, los animales y movimientos bruscos para darle sentido a la vida de nuestros pequeños protagonistas. Con una hermosa animación, la película intenta darle vida casi en acción real a sus personajes. Es como si en vez de animada la película quisiese ser de fantasía.
Marcel nos hace reír y llorar en una misma oración, y es la sutileza de su creador que nos permite conectar con la parte de nosotros que es, o una vez fue, Marcel. Con zapatos puestos, como si estuviese listo para la vida o su próxima aventura, y como nosotros mismos nos preparamos para salir, hasta que un día nos damos cuenta o nos ocurre algo que verdaderamente es la razón por la que nos ponemos los zapatos y nos vemos obligados a movernos a lo próximo. Hermosa película.
Calificación personal: 9/10.