¿Nuestro legado va directamente relacionado a quienes fuimos? Quizás es una combinación de lo que vivimos, donde estuvimos y nuestro propio esfuerzo por dejar algo que viva más allá de nosotros. Y quizás quienes fuimos es una combinación de todo esto y más, pero no necesariamente es suficiente para causar un impacto que permita al mundo recordarnos. “Nathan-ism” es un trabajo sobre la memoria, sobre el miedo a desaparecer y el esfuerzo sobrehumano de un artista en dejar su huella en la memoria colectiva de la historia.
El documental se traza bajo dos lineamientos, la expresión artística de un veterano que le ha dedicado su vida a dejar su memoria en el lienzo, y la búsqueda de la verdad de sus historias por parte del director. En esta búsqueda de la verdad, y como si fuese una especie de fábula distante, rozamos la historia. Sin brindar mucha importancia a los hechos, nos paseamos por diferentes momentos históricos que se co-relacionan con la historia de nuestro soldado artista, y como si fuese un recuento de un niño, encontramos similitudes entre las piezas de nuestro protagonista y los hechos reales que vivió.
Nathan Hilu nunca se convenció a sí mismo de ser un gran artista, a pesar de no poder parar de dibujar durante setenta años. Se aferró a la distinción de que su arte era una calcomanía de sus memorias, que con los años se volvían cada vez más caóticas. Pero en su urgencia por contar sus historias, y dibujarlas, se nota su terror al olvido. A ser olvidado, pero más bien a él olvidarse de su vida. Y en un ejercicio de convencernos a nosotros como su audiencia, o a Elan como director, notamos su prisa ante su arte, y desconcierto ante cualquier presencia de duda sobre lo que cuenta.
Es por esto que la búsqueda de la verdad resulta tan apasionante para Elan Golod, no solo le servirá para presentar un círculo completo en su documental, sino también para mostrarse desnudo frente a su protagonista y escucharlo sin los prejuicios de la duda. Para Nathan, más importante que su arte, era estar seguro que quienes lo escuchaban le creían, pues a falta de familia, su legado era su vida, su arte, y sus vivencias.
Por momentos el documental se siente como halado de los cabellos, como si ni el arte de Nathan ni la historia de su vida, ni la búsqueda de su participación en los rangos estadounidenses en la pos-guerra, fuesen lo suficientemente apasionantes como para mantenernos apegados a la narrativa. Razón por la cual el documental sufre de sentirse como una tarea, o un esfuerzo de un cineasta que no necesariamente tiene mucho que contar. Aún así tiene un gran trabajo de montaje y material de archivo.
Pero es al final, cuando notamos la urgencia en los ojos de Nathan, y vemos su apego a través de los años a su dependencia sirio-judía, que entendemos su posición. Un hombre que vivió y murió con un marcador en la mano, que no escribió sus memorias, sino que las dibujó, y que aunque la historia y el tiempo podrán hacer de las suyas para olvidarlo, él, y ahora Elan Golod, se encargaron de hacer todo lo posible por mantener su legado vivo, o al menos prueba de ello. Todos queremos que nuestra memoria viva por más generaciones que las que nuestras familias acordarán.
Calificación personal: 7/10.