Y llega un punto en el que luego de ver una temporada entera en cuestión de días te das cuenta de que nunca puedes tener suficiente “Peaky Blinders”. El hecho de que la serie capture por completo tu atención no solo te distancia de cualquier otro contenido audiovisual que estés viendo en el momento, sino que te hace sentir como que los capítulos se van en un suspiro.
Y es que sólo los mejores momentos, las mejores películas, y en este caso, las mejores series, son capaces de disminuir tu percepción personal del tiempo. ¿A quién no le ha pasado? En esta ocasión nos encontramos con nuestros personajes favoritos, dos años después de donde los dejamos, algunas cosas han cambiado, la gran mayoría permanecen igual pero en los ojos y el comportamiento de estos personajes vemos ese tiempo no mostrado en pantalla, vemos vivencias, vemos experiencia.
Thomas Shelby escala dentro de su propia guerra e insaciable sentimiento de llegar a ser alguien. Cuando antes pensabas que los problemas llegaban, ahora te das cuenta de que el conflicto está dentro de estos mafiosos a los que has aprendido a querer y hasta admirar. La serie empieza a tener un enfoque menos concentrado y junto con esto vemos la introducción de nuevos personajes que, increíblemente, con pocas apariciones, empiezan a competir, dentro de la empatía de la audiencia, con los que tenemos ya tiempo viendo.
Por igual con este enfoque más amplio vemos una imagen más completa sobre hacia dónde va dirigida la serie, por siempre con pinceladas y sabores amargos de eventos del pasado. Continuando con su extraordinario elenco, he llegado a pensar que en muy pocas series que he visto, tantos personajes, es decir, no solo los principales, sino todos, van espectacularmente tan bien con sus actores. Me he esforzado en buscar alguien que esté fuera de lugar, misión fallida. Peaky Blinders ha sido, sin duda alguna, la sorpresa más grata que me ha dado la pantalla pequeña en mucho tiempo.
Calificación personal: 10/10.