Cuando nos volvemos ajenos a las luchas que cómo especie batallamos, se crea una distancia enorme entre el problema y su solución. El misterio más complejo del reino animal siempre será el papel que juegan los humanos en él, siendo nosotros el grupo con mayor irregularidad en su presencia en la cadena alimenticia, algunos dando literalmente su vida por protegerlo, y otros enfocados completamente en su desaparición. “Rhino Man” cuenta el proceso para convertirse en un guardabosque en Sudáfrica, específicamente aquellos destinados a la protección de rinocerontes. Y aunque me encantaría decirles que presenta una voz esperanzadora, las luces del documental se establecen en su cruda realidad.
La caza de rinocerontes por sus cuernos es un problema real, lo que inició siendo una batalla en contra de uno o dos cazadores, se ha convertido en una pelea en contra del crimen organizado con bolsillos tan profundos como el narcotráfico. Es por esto que la preparación de los guardabosques en Sudáfrica ha tenido que re-inventarse en la exigencia que presentan ante los candidatos, exigencia que se traslada desde lo físico hasta lo mental y lo íntegro. Este balance entre la necesidad de estos protectores, y la falta de oportunidades que se presentan en sus alrededores, presentan un dilema rotundo entre el bien y la corrupción.
El documental realiza un trabajo preciso en establecer sus personajes principales, pues conoce que la única manera en que conectemos con esta problemática es conociendo las distintas aristas que la construyen. Por un lado está el proceso de entrenamiento de estos guardabosques, que deben estar capacitados para sobrevivir en las condiciones más paupérrimas posibles y contar con un estado físico que les permita adaptarse a cualquier eventualidad. Su guerra es como cualquier otra, repleta de incertidumbre, en un lugar donde lo salvaje es lo que gobierna y el crimen está dispuesto a lo que sea.
Esta comunicación es efectiva para presentarnos las apuestas de estos candidatos y sus entrenadores, que, por la propia falta de oportunidades y lo que pudiera definirse como un amor por la naturaleza, o más bien, la preservación de esta; se inscriben en estos entrenamientos para formar parte de algo más grande. Pero luego también está el enfoque en lo que cuidan, la razón por la que lo hacen, los rinocerontes y como de la nada, en menos de 20 años, se han vuelto protagonistas de la caza ilegal, reduciendo su población a niveles críticos. El documental nos cautiva con como hoy son los rinocerontes, pero mañana será otro animal que será cazado hasta la extinción, hasta que simplemente no queden más.
¿Y lo peor de todo? No parece haber una razón constante o contundente para esta caza, que sucede por razones intangibles, y un mercado negro que parece más preocupado por la oferta de algo inservible que por la vida de un animal que literalmente puede dejar de existir. En esta lucha conocemos algunas de las personas que se encuentran en la primera línea de batalla, veterinarios y orfanatos anónimos que cuidan rinocerontes, para que de manera muy breve pero conocedora, entendamos las dificultades y peligros a los que se enfrentan estas personas, que muchas veces son voluntarios.
Visualmente el documental es genial, con una combinación de estilos entre la fotografía natural y reportaje de guerra que por momentos nos mantiene en el borde del asiento. Los cineastas, aun conociendo que la protección de los rinocerontes y formación de los guardabosques son lo que ocupa el protagonismo, entendieron que para hacer que a la audiencia le importe, deben de contar una historia que, lamentablemente, tiene varios finales trágicos. La violencia siempre será un misterio para quienes tienen dos dedos de frente, pero la violencia motivada por la codicia siempre será, la forma más brutal en la que los humanos mostramos nuestro lado animal, o viceversa, quién sabe.
Calificación personal: 8/10.
