Es probable que para muchos de nosotros este año se haya sentido eterno, acercándome al final como casi siempre lo veo es en términos de las cosas que he visto, siendo una de ellas la muy remota serie de Netflix, “The World’s Most Extraordinary Homes”. ¿Y por qué muy remota? Pues de alguna manera ahora la veo como uno de los recursos que tomé para salir de casa, para descubrir lugares y espacios nuevos.
No existía una trama, mucho menos algo interesante que ver, era más como un placebo a mis ganas de salir, en la irónica posición de entrar a un lugar, una casa nueva. Junto a Piers Taylor y Caroline Quentin viajé a Portugal, Suiza, Japón, Estados Unidos, España, Noruega e Israel en la segunda temporada, a descubrir espacios no silvestres, sino habitables.
Y aunque por siempre los recordaré como acompañantes durante mañanas de pandemia, sí me di cuenta de la universalidad de nuestros espacios. Lo que para mí se siente hermoso, cozy, fino, extravagante, práctico y lujoso, es probable que lo sea para los cinco continentes. Me fui un poco muy profundo, buena serie para pasar el rato y ver desayunando.
Calificación personal: 7/10.