El cine es emoción, a veces es emoción que sientes en el pecho, a veces es emoción que quiere salir por tus ojos, y otras veces, como lo fue con esta película, es emoción que sientes en las entrañas y que va a la par con como retumban las bocinas con aquel sonido inmenso de secuencias de acción y aventura. “Top Gun: Maverick” fue hecha para el cine, para verse en la pantalla más grande y las bocinas más estruendosas que podamos encontrar, y transportarnos a un momento dónde ir a una sala de cine era sinónimo de salir boquiabierto.
La película inicia como un camino por la nostalgia, perfilando su historia en las sombras de su primera entrega hace más de treinta años. Y es cierto, muchos aspectos son reciclados como buena secuela que es, pero en este trayecto de auto-conocerse y adaptar esta historia de velocidad y adrenalina, aprovecha los elementos técnicos que eran cerca de imposibles hace 30 años, y los utiliza a la perfección para primero, atrapar nuestros sentidos, mientras poco a poco le vamos cogiendo amor a estos nuevos personajes que parecen un celaje del elenco anterior.
El efecto Tom Cruise, para muchos la más grande estrella de cine actualmente, y sus ventas en taquillas apoyan este enunciado. La realidad es que en su mercadeo personal, como un hombre adicto a la adrenalina y sin miedo a nada, ha permitido que la delgada línea que existe entre Tom Cruise y sus personajes, se difumine, y verdaderamente lo veamos a él antes que a Pete Maverick en este caso, aunque se repite con sus demás personajes legendarios como Ethan Hunt y Jack Reacher. Cuando otros actores quieren desaparecer detrás del personaje, Cruise quiere y se vende para que lo veas a él, como la leyenda que es.
Es por esto que la película se siente como uno de estos blockbusters que llegaban décadas atrás, con una fórmula infalible de introducción / entrenamiento / conflicto / enfrentamiento / resolución, dónde el héroe veterano entrena a una nueva generación que se acerca pero nunca será tan buena como él. Esto no para la película de abrazar todas nuestras emociones y expectativas, ponernos al borde del asiento durante sus dos horas de metraje y no soltarnos ni en las secuencias de entrenamiento donde las apuestas andan por el piso.
Y con esto me muevo a las apuestas, que se ven presentes en su gran mayoría en el tercer acto, cuando nuestros personajes verdaderamente están en peligro de algo más allá que la nostalgia y traumas del pasado. En esta película es imposible hablar de apuestas sin mencionar su inmensa proeza técnica, la fotografía es impresionante, al punto de que probablemente un avión nunca había sido tan manipulado cinematográficamente para filmar algo como se hizo con esta cinta, lo que permitió que existiera de donde coger para montar escenas rápidas, movidas, y repletas de una adrenalina incesante.
Esto causó que, junto a su grandiosa dirección de sonido, los montajes de acción lograran ser tan tensos como pocas películas de acción últimamente. Y una acción bien lograda mueve montañas en el cine, literalmente. Tan pronto se hizo eco de la genialidad de esta secuela, que sobrepasó las expectativas de quien sea que la estaba esperando, todo el mundo corrió al cine a ver lo nuevo de Tom Cruise. Hasta el estreno de “Avatar: The Way of Water” en diciembre, era la película más taquillera del año, merecidamente.
La ví en la sala 4DX, mi experiencia fue como pocas que tuve en una sala de cine en 2022. Nunca vi mi celular, me divertí y me emocioné en casi todas las escenas y las dos horas pasaron más rápido que algunos videos de 15 minutos que podemos ver en YouTube. Es una película clásica, con pocos momentos de riesgo, que se apoya de talento joven (Miles Teller) y de la figura de Tom Cruise para revivir una franquicia mientras, irónicamente, da aire fresco en el género de acción y aventura. Sin dudas de lo mejor de 2022.
Calificación personal: 9/10.