El mayor mérito de Jonathan Nolan y Lisa Joy con la tercera temporada de Westworld fue su inmaculada capacidad de reinventarse, alejarse de una gran parte de los cimientos que fueron establecidos en sus primeras dos entregas y mostrarse abiertos a cambiar por completo el estilo, tono, ubicación y hasta narrativa. Atribuyo esto como el mayor mérito porque aparte de que se necesitan agallas, también se necesita una inmensa confianza en lo que se escribe y se crea para mostrarle a tu audiencia algo relativamente nuevo.
Desde su primera temporada en 2016, la serie se posicionó como uno de los trabajos de ciencia ficción mejor elaborados e inteligentes que he tenido la oportunidad de ver, pues sus conversaciones sobre la inteligencia artificial abren puertas muy cercanas a las razones por la cual este tema se mantiene controversial en la realidad. Acompañada de magníficas actuaciones, su tono intercambiaba el protagonismo entre un intenso drama y/o una deslumbrante violencia.
Así se mantuvo hasta su segunda temporada, mientras ligeramente se expandía el universo, conocíamos más sobre los “otros parques”, se complicaban las conversaciones sobre la propia existencia de una nueva raza y se tentaba de manera constante el mundo que estaba fuera. Esta persistente vista hacia lo próximo, combinada con la compleja estructura que sus guionistas escogieron para las revelaciones, hicieron de la segunda entrega un paso atrás de la primera.
Tan notable, que ese paso atrás fue seguro la principal inspiración a buscar otras puertas que le dieran vida de nuevo a la pasión de los fanáticos, pero que se mantuviera fiel a las principales preguntas que se hacían en el trasfondo de sus diálogos. Estas puertas dieron lugar a que finalmente dejáramos los parques atrás, se introduzca otro protagonista y se incluyeran apuestas mayores mientras se humanizaba y se ponían en contexto los eventos de la serie con el mundo real.
Y esto me hace llegar al segundo gran mérito, el magistral payoff o recompensa que obtuvimos cómo audiencia a la presentación del futuro. No solo el diseño de producción muestra lo que en mi opinión es la representación futurística más acertada que he tenido la oportunidad de ver en cualquier producto audiovisual, sino que apoya la trama, se mantiene leal a lo instaurado en temporadas anteriores y despierta el interés del espectador para ver más y más, pues esa siempre será la ventaja de la ciencia ficción frente a los demás géneros, que el universo te apoya a contar tu historia de manera visualmente atractiva.
Cada episodio estaba moldeado para reflejar un balance entre lo que luego identificaríamos como lo “nuevo” y la “continuación de lo anterior”, para llegar a un punto de inflexión que deja boquiabierto al más exigente de los públicos. Nolan y Joy se permitieron continuar sus apoteósicas conversaciones sobre el posible impacto de la inteligencia artificial en la sociedad moderna, mientras a la vez humanizaban sus personajes y aclaraban dudas impregnadas hace más de 4 años. Imperdible serie, emocionadísimo por su futuro. Si no fuera por el último episodio hubiese contemplado la posibilidad de catalogarla obra maestra.
Calificación personal: 9/10.