Si les preguntas, estoy seguro que mucha gente dirá que elaborar una obra maestra, en cualquier tipo de arte, es pura coincidencia. Más allá del interminable concepto de la apreciación, hacerlo termina siendo la combinación tan coincidencial de tantos elementos que el mero hecho de pensar qué había una consciencia detrás de cada detalle de lo que se está haciendo es cuestionable. ¿La única forma de probar tu genialidad? Repitiéndolo.
Creo que el pensamiento colectivo de la cinefilia global establecería a Breaking Bad como la mejor serie televisiva de todos los tiempos, sin lugar a dudas aquella historia logró despertar una personalidad por sí misma, millones de personas se vieron reflejadas en el magnífico espejo de sus personajes, haciendo de sus relaciones algo perceptiblemente táctil. Y como suele ocurrir, la audiencia se apropia de ello y se cree con la capacidad de argumentar que cualquier modificación mínima a lo perfecto, arruinará todo.
Es por esto que desde un principio Better Call Saul fue criticada y vista con un ojo parcializado, a fin de cuentas luego de crear algo trascendental, el mundo te mira con otros ojos. Vince Gilligan deja de improvisar con esta serie, su capacidad de mostrarnos la humanidad de personajes que de alguna forma conocemos su final, es la propia definición de la importancia del desarrollo. Una precuela termina siendo más complicada de tratar porque tus espectadores de alguna forma están atados a lo que ya les contaste sobre el futuro.
Bob Odenkirk es, y siempre será, Saul Goodman y Jimmy McGuill. A este punto ya es un papel que define la carrera completa de un actor, pero el título de la serie no le hace justicia a sus otros personajes, algo que de alguna forma Breaking Bad sí hace. En esta quinta temporada, los grises son mayores, los puntos de inflexión se expanden y mientras se acerca a su final iniciamos a ver aquel personaje que tanto pensábamos que conocíamos en la piel de Odenkirk. Pero igual de protagonistas son Kim, Mike, Nacho y Gus. Sus arcos nos recuerdan la grandeza de la escritura de Gilligan y Peter Gould. Nos recuerdan aquella inexplicable razón de porqué trascendió Breaking Bad, porque los personajes son completamente humanos, con errores y ambiciones, desde sus protagonistas hasta la mas ligera aparición.
Esta temporada incluye a Tony Dalton como el impredecible Lalo Salamanca, su propia presencia se traduce en tensión, aquella espectacular actuación se percibe como algo que Breaking Bad nunca pudo lograr, la otra cara de los villanos, el trato tan latino al negocio que se ubica en el núcleo de los conflictos de la serie. Visualmente es impresionante, y aquí me remonto a aquella regla que conocí muy temprano en mis vistas, de que algo es perfecto cuando no hay un plano, escena o secuencia desperdiciada. Todo en la quinta temporada de Better Call Saul te comunica algo, desde los presagios de una colonia de hormigas, hasta el poderoso subtexto de beberte tu propia orina. Esto, esto es televisión al mas alto de los niveles.
Calificación personal: 10/10.