Lo que sabemos es una gota. ¿Y si todo lo del pasado es influenciado por el futuro? Hace casi justo un año que fuimos testigo del final de “Dark”, la aclamada serie alemana original de Netflix que ocupó por completo las neuronas de su audiencia en búsqueda del conocimiento. En perspectiva puedo asegurar que fue una tremenda conclusión, aunque por momentos no se haya sentido así mientras la veía.
“Dark”, como muchos otros contenidos audiovisuales, explora la manera en como los seres humanos nos relacionamos con el tiempo. Y como nuestra experiencia nos ha mantenido cerrados a verlo de manera tridimensional, pasado, presente y futuro. A diferencia de muchos del resto, la serie sí logra fusionarse con la idea presentada en la física cuántica de que en realidad así no es que funciona el tiempo, sino más bien en una sola línea.
Donde todos los pasados, todos los presentes y todos los futuros están ocurriendo al mismo tiempo y solo depende desde donde y a qué velocidad lo vamos viendo. La serie utiliza una dirección de fotografía sombría y psicorrígida que se alínea a la perfección con el montaje, una banda sonora espectacular e indiferente a líneas de tiempo, y una dirección de casting absolutamente magnífica no solo en perfiles sino también en la capacidad de sus actores.
Esto hace que el mensaje llegué alto, aunque no tan claro. Pues al pensar que la serie acabaría en su tercera temporada concluí que sus creadores conocían el pecado de abarcar demasiado, bajo la regla de que menos es más. Su última entrega se complica demasiado por momentos, quitando emoción y dejando la verdadera conclusión para tan solo unos minutos. La primera temporada para mí siempre será la mejor, pero debo admitir que en cuanto a tiempo se refiere, Dark es de los mejores trabajos que hay allí afuera. Magnífica serie.
Calificación personal: 8/10.