ONCE UPON A TIME IN HOLLYWOOD (2019) – RESEÑA

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El metacine es un recurso que se ha logrado establecer entre cineastas muy reconocidos para escribir sus propias cartas de amor a este elemento artístico que utilizan para expresarse. Desde “Cinema Paradiso” hasta la muy reciente “Dolor y Gloria”, no cabe duda que grandes películas se han aprovechado de su autoreferencia para transmitir, entre muchas cosas, la pasión por el cine. Quentin Tarantino utiliza su más reciente cinta para validar su posición como una de las figuras más prominentes del cine actual, para alejarse de su cine, mientras al mismo tiempo lo enaltece.

La novena película de Tarantino, y si lo que siempre hemos escuchado es cierto, su penúltima. Sin embargo, la primera dónde vemos un homenaje a todo su cine anterior, mientras a la vez se aleja de aquello que hoy conocemos como “Tarantinesco”, y es que esta es la película menos Tarantino de Tarantino. Donde ni el guion ni la violencia toman protagonismo, más bien las actuaciones, el diseño de producción, la música y la increíble ubicación de un Hollywood de 1969.

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El filme exalta aquella industria que le sirvió de inspiración para lo que hoy conocemos como su cine. Es una pura celebración al western, a la era dorada de Hollywood, a sus experiencias en sus rodajes, a sus experiencias personales como director y todo lo que de alguna u otra forma vivió, o quiso vivir. Una vez más volvemos a ese universo de “What If?” que vimos en 2009 en su obra maestra, “Inglorious Basterds”, sólo que en vez de ubicarnos en la Segunda Guerra Mundial, nos ubicamos en Los Ángeles, California y el conflicto verídico se hace reflejar en la familia Manson, en vez de en Nazis vs. Judíos y Americanos.

De por sí el contexto ya cierra las posibilidades a una película concentrada en la violencia que caracteriza a su director, más bien nos concentramos en los personajes, específicamente tres, dos principales y una que sirve para mantener la historia apegada a lo que ya conocemos sobre el entorno histórico. Leonardo DiCaprio, fácilmente en uno de sus mejores papeles mientras hace de Rick Dalton, un actor de westerns que se encuentra en plena crisis existencial. Desde su pelea consigo mismo hasta su superación y su apertura a nuevas experiencias, es difícil no imaginar cientos de actores viviendo lo que este personaje vive internamente durante los hechos de la película, en una industria que vive en constante cambio.

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Brad Pitt, impresionante en su caracterización de Cliff Booth, el doble y mejor amigo de Rick Dalton, que de por sí carece de motivación pero cuyo pasado y curiosidad sirven de hilo conductor del suspenso y mejores momentos del filme, robándose así, todas las escenas grandiosas. Y Margot Robbie, que aunque no contiene carácter dentro de la narrativa, es una pieza esencial para lo que Tarantino quiere comunicar sobre la época, la industria y lo que conocemos sobre lo que estamos viendo y por lo tanto, el engaño que nos avecina.

Brincando entre escala de grises y colores, diferentes formatos de proyección, celuloide (o lo que parecía serlo) y digital, su narrativa y la creación de personajes, lo que una vez vivieron y cómo esto repercute en lo que viven ahora. La creación del universo junto con la recreación de una época pasada hablan más sobre la película que su propio guion. La profundidad y hermandad de sus personajes principales crean una curiosidad que se intensifica hasta aquella emocionante e increíble secuencia final.

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Su música, sus colores, su manejo de interiores, las secuencias en los carros, su obsesión con los pies, su marca de cigarrillos, su grandioso elenco y de por sí, grandiosas actuaciones y personajes, aun saliendo por poco más de un minuto, su estructura tan poco convencional, su forma de dar vida a diferentes elementos cinematográficos como la narración y los elementos en pantalla, su permisividad a alargarse y desviarse por completo de la historia con escenas y hasta secuencias innecesarias, su incapacidad de complacer mientras a la vez entretiene y su comedia, todo esto le permite justificar sus casi tres horas de metraje, mientras satiriza un hecho desastroso y se convierte, no sorpresivamente, en lo mejor que he visto hasta ahora en 2019.

Calificación personal: 9/10.

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