AVATAR: THE LAST AIRBENDER – TEMPORADA 1 (2024) – RESEÑA

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El acercamiento al desarrollo de una adaptación nunca debe contar con el apego de la audiencia o los fanáticos al material original para contar su historia, a fin de cuentas, la propia idea detrás de revivir una historia que ya conocemos es mostrar algo distinto, original, dentro de los márgenes de lo que ya conocemos como cierto en estos universos. La versión de Netflix de “Avatar: The Last Airbender” no tiene alma, porque cuenta con el apego de los fanáticos para mostrar su historia, debilitando todos los aspectos que hacen del relato de Aang algo impresionante.

¿A qué me refiero con todo esto? Esta versión live action no está para nada dirigida a una nueva audiencia que pueda descubrir por vez primera la historia del Avatar, sino que toma por sentado que absolutamente toda su recepción se enfocará en las personas que aman este universo, y terminan dañando la experiencia de todos los que deciden darle el chance. Sobre todo porque la serie no hace ningún tipo de esfuerzo en desarrollar los personajes de forma que los sintamos reales, que entendamos las apuestas de la historia y llevemos junto a nosotros el riesgo de completar o no su misión.

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Las adaptaciones de animación a acción real son complicadas, en primer lugar porque muchos de los creadores a cargo de estas adaptaciones toman por sentado el esfuerzo de materializar un universo para que este se sienta real y no “caricaturesco”, este esfuerzo va atado al diseño de producción pero se extiende por completo hasta el guion, la geografía de un universo tan vasto como el de Avatar y el pasado, presente y futuro de los personajes. Sus palabras, manierismos y expresiones deben ir atadas a lo que los define como personas reales, con un pasado cultural presente que en la animación se puede dejar atrás pero en la acción real es necesario para convencer al cerebro humano de acercarse a la historia.

Los guiones eran absolutamente basados en el material original, hasta el punto que los personajes no se sentían ubicados en el fantástico mundo de los elementos, sino que se mostraban posicionados en un diálogo demasiado semejante al nuestro, aquí en la Tierra en 2024. Cosa fatal para un mundo de fantasía que intenta sorprendernos en todos los otros aspectos. Las relaciones entre los personajes no fueron explicadas a profundidad, creando un vacío emocional irremediable en la audiencia, casi nada de lo que sucedía contaba con una reacción de mi parte, muy diferente al material original.

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Y con eso voy a las similitudes, la comedia es imprescindible en las caricaturas, pero una animación cómica no es lo mismo que una película o serie cómica, los chistes que funcionan en los muñequitos no necesariamente funcionan en la acción real, y aquella comedia se traduce por igual a los personajes que tienen una distinción de alivio cómico. La seriedad es menospreciada en la acción real, cuando es imprescindible en la creación del universo, porque si tu no te tomas en serio, ¿quién lo hará? Es por esto que a la hora de abordar la comedia los creadores debieron enfrentarse a eliminar lo vergonzoso y en su adaptación buscar soluciones que funcionen con personas reales interpretando estos personajes.

Y no voy a mentir, por momentos la serie tiene estos instantes de magníficas secuencias de acción, o donde los efectos visuales están tan bien logrados que pueden llegar a convencerte de que lo que estás viendo es impresionante, porque visualmente así lo es. Pero lo visual no se alarga si la historia no está alcanzando los puntos emocionales que debe de alcanzar en la audiencia. Con muy pocos momentos memorables de seriedad, donde realmente nos interese y afecte lo que dicen, piensan y hacen estos personajes. Esto es desde alguien que ama la serie animada, no quiero ni pensar lo que sintió el que nunca en su vida había escuchado de Avatar y decidió ver esto. Probablemente me vuele las otras temporadas.

Calificación personal: 4/10.