RAGING BULL (1980) – RESEÑA

Raging Bull

Martin Scorsese, probablemente el mejor director vivo ahora mismo en el planeta Tierra, y sin duda uno de los más emblemáticos de la historia del cine. Muchos dicen que no tiene películas malas, yo aun no las he visto todas, pero de las muchas que llevo, su filmografía me parece de buenas a obras maestras.

“Raging Bull” es una de sus cumbres, la cuarta colaboración con su musa, Robert De Niro, quien a su vez es uno de los actores más trascendentes de todo Hollywood. Recientemente la vi por primera vez, con las expectativas en el cielo, pues no todos los días experimentas por vez primera una colaboración Scorsese / De Niro con la fotografía en escala de grises.

Y si iniciamos por allí, es innegable que la cinta es visualmente impresionante. Marcó parámetros para el género del boxeo en el cine, y aun existiendo cuatro años luego del tremendo éxito de “Rocky”, logra distanciarse por completo de aquel tono, mucho debido al espectacular trabajo de su director de fotografía Michael Chapman.

Como la mayoría de las películas de Scorsese, Raging Bull nos habla sobre la violencia, pero increíblemente el boxeo queda en un segundo plano frente al declive de su protagonista. La verdadera violencia era intrínseca en Jake La Motta, y las escenas del deporte servían como mofles para nosotros como audiencia soltar el vapor, de la misma manera en como lo hacía La Motta.

De Niro, y aquí me veo tentado a decir obvio, está impresionante, y su apariencia física cambia de manera drástica mientras conocemos al humano detrás del boxeador. Los dos primeros actos me parecen dinamita pura, pero siento que el filme se inicia a desmoronar en la supuesta redención de su protagonista. Me parece una gran, gran película, pero no creo que esté en mi top 10 de Scorsese.

Calificación personal: 8/10.