La cuarta temporada de “The Sopranos” fue la que estrenó en 2002, luego del atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, es por esto que era una de las que más esperaba ver cuando inicié la serie, pues me intrigaba observar como los escritores y creadores de esta lidiaron con aquel tan emblemático evento, no solo para la ciudad de Nueva York, sus alrededores de Nueva Jersey y la sociedad norteamericana, sino también para el mundo del crimen organizado.
Uno de los aspectos más interesantes de Sopranos es que se ubica en tiempo real, la serie estrenaba y se ubicaba en el mismo año en que lo hacía, es por esto que es importante saber como cuando estamos experimentando la vida de Tony Soprano, su familia, y el crimen, es en un momento de puro declive para la mafia.
Esto se hace notar en la narrativa de esta temporada, pues la soledad, la presencia de la autoridad por el espacio socio-político del momento, la escasez económica, y “cada quién para sí mismo” son los aspectos que comienzan a relucir en esta cuarta entrega. Tony se intenta convencer de que no está solo al querer apoyarse de la sangre, pero es como si él mismo ni se conoce.
Poco a poco va destruyendo todo, la confianza desaparece y nosotros como audiencia nos encontramos en una encrucijada sobre si quererlo o no mientras su terapia se vuelve más intensa. Joe Pantoliano como Ralph Cifaretto es de las mejores cosas de este show. Aquí todos los personajes comienzan a fantasear con un futuro incierto, principalmente Carmela Soprano, hasta aquel explosivo último episodio. Qué gran serie mi madre.
Calificación personal: 9/10.