La década de los 60 fue turbulenta en Estados Unidos por decirlo simple, pues aun marcando 100 años de la supuesta abolición de la esclavitud, se sentía una tensión racial con secuelas que incluso hoy viven. Dentro de aquel suspenso se encontraba una autoridad dispuesta a todo, donde las líneas de lo moral se volvían muy grises y mucho de la violencia ocurría a conocimiento de todos y responsabilidad de ninguno.
Del FBI de J. Edgar Hoover no hay que hablar mucho, pues todos conocemos lo que fue aquel reino del terror, lo que me apena es que haya tenido que llegar una película para yo enterarme de la icónica figura que fue el artista Sam Cooke. En su música una leyenda, creando parámetros nuevos para lo que significaba ser negro en EEUU, e ignorando absolutamente todas las limitaciones impuestas por una industria que a fin de cuentas dependía de él.
Sam Cooke no solo fue un cantante, sino que en su labor como productor trabajó para que las voces de más afroamericanos sean escuchadas, en una constante lucha frente a quienes solo querían que cantara. “The Two Killings of Sam Cooke” trata de manera muy periodística la figura de Cooke, su trayecto profesional, sus complicaciones personales y lo que lo llevaría a un muy cuestionable asesinato.
Pero su nombre lo dice, el documental también se esfuerza en presentarnos la posición de una autoridad dispuesta a callar un hombre negro que a través de su arte ya se encontraba en las salas de la sociedad blanca. Cooke tuvo que morir dos veces frente a los ojos de una sociedad desmoralizada por su repentina muerte, primero ante los ojos de quienes lo añoraban y luego ante los ojos de quienes simplemente lo escuchaban. Gran documental, disponible en Netflix.
Calificación personal: 8/10.