No recuerdo la última vez que me vi forzado a sentarme y analizar paso a paso una obra de cine documental. Pues aunque este por momentos se siente simple y con poco espacio para la creatividad de sus encargados, su estructura nos permite vivir distintas experiencias dependiendo de la sensibilidad artística y atención al detalle con la que este se encuentre realizado. Desde la propia etapa de investigación, la elaboración del guion con una cronología lógica capaz de llevar al espectador paso a paso por este camino de una historia que no conoce, hasta las entrevistas y el delicado montaje, el espacio entre lo extraordinario y lo mediocre se encuentra a pocos pasos en el cine documental.
“Wild Wild Country” se atreve a ser uno de los mejores trabajos de este tipo de cine que he tenido la oportunidad d ever. Pues no solo nos introduce a una historia impresionante de la cual al menos yo no tenía idea de su existencia y sus muy importantes correlaciones. Sino que a través de seis episodios, lleva una narrativa exquisita para demostrarnos el origen, el desarrollo, el clímax y la resolución de un evento que sería un antes y un después para una comunidad completa y que posiblemente haya cambiado la vida de cientos de miles de personas.
Cinematográficamente la serie es magistral, su montaje nos muestra una combinación perfecta de imágenes, videos y entrevistas para causar un cierto tipo de impacto/empatía con cada revelación. Su forma de manejar por episodios cada una de las etapas de lo ocurrido no pudo haber sido mejor tratada, su música, línea gráfica y utilización de elementos externos van completamente de la mano con lo que se cuenta. El diseño de producción de las entrevistas se comunica con nosotros de la misma forma en que los entrevistados lo hacen. Ciertamente sus realizadores conocen los momentos perfectos para dejar saber aspectos importantes de forma que se traduzca en un impacto para la audiencia debido a lo que ya conocen de la historia.
Pero lo que verdaderamente trasciende sobre este trabajo es su otro lenguaje, su capacidad de ubicarnos en un dilema existencial sobre cuál lado de la moneda es el correcto, sus conversaciones sobre la avaricia, el poder, la existencia humana. Los tabúes, la sociedad perfecta, sus críticas al capitalismo y a la supuesta democracia en la que vivimos, su genialidad en demostrarnos las consecuencias de la exageración. Su esfuerzo en evidenciar como todos los excesos son malignos. Su corroboración de qué tan ilimitada es la habilidad del ser humano cuando tiene que ver con conseguir su libertad. Sus conversaciones sobre las religiones, las inconsistencias que muestra en los elementos constitutivos del Estado americano. Su absoluta exhibición del mido a lo desconocido. Una obra maestra sin lugar a discusión.
Calificación personal: 10/10.