Solía ser que las películas de Marvel Studios eran el evento cinematográfico del año, de hecho, solía ser que las películas más grandes del año eran estas, las que más personas estaban esperando y por más tiempo permanecían en los cines. Pero todos los reinados llegan a un fin, y aunque probablemente sigamos viendo películas del MCU, creo que lo que una vez fue su bendición, ahora la mayor estaca de estas películas es tener que ser parte de un universo.
La comparación es inevitable, en todos los aspectos de la vida, pero en el cine está aun más presente pues como audiencia se nos resulta casi imposible analizar algo sin partir de una experiencia previa. Y con las películas de Marvel, el sentimiento de nostalgia agobia a muchos a la hora de exponerse a las nuevas propuestas, resultando en que cada vez más, las películas te gusten menos. La expectativa de revivir lo que estas cintas una vez te hicieron sentir hace que las aniquilemos de manera casi instantánea.
“Ant-Man and the Wasp: Quantumania”, es la tercera parte de lo que para muchos puede ser la trilogía menos fuerte del UCM, pues desde su primera entrega, el personaje de Ant-Man fue catalogado como un release cómico para el universo, este tono sirve de manera magistral en aquella primera película, pero más adelante sirvió como cuchillo de doble filo cuando la segunda, y ahora tercera entrega, no contaban con introducción de personajes sino que debían mover adelante el universo e historias individuales de los protagonistas.
El universo cuántico siempre fue un haz bajo la manga del UCM, lo utilizaron para avanzar la historia de “Avengers”, y desde siempre fue tentado como aquel lugar incomprensible para el cual nuestras mentes nunca estarían preparadas para asimilar. El primer tropiezo de Quantumania fue simplificar por completo lo que ocurría en aquel universo diminuto, pues lo que debió ser algo tan asombroso como “Inception”, se convirtió en una mera copia de todas las sociedades que habíamos visto antes en Marvel.
No existe diferencia entre un planeta visitado por los Guardianes de la Galaxia, y los organismos que viven en el universo cuántico, y esa simpleza caricaturizó demasiado la dinámica entre los héroes y su alrededor. De repente, no nos tomábamos nada en serio, cosa que atormentaría después las apuestas de la película, nuestro apego a los personajes y el trabajo de su villano.
Técnicamente la película es casi animada, una vez entramos al universo cuántico, entre esto y la versión nueva de “The Lion King” hay muy poca diferencia. Y aunque los efectos visuales estaban muy bien, aquella saturación de lo ficticio cargaba los ojos hasta el punto de cansancio. Está bien que estamos viendo un superhéroe, pero si su cara es de humano, necesitamos algo que nos mantenga atados a la realidad. De alguna forma me acordó a lo que se sentía viendo “Spy Kids”.
Por momentos tiene muy buena comedia, conectamos con las emociones de los personajes, nos emocionamos con algunas acrobacias y nos sorprendemos con alguna que otra secuencia, pero estos breves segundos no son suficientes para salvar sus dos horas de metraje, que se ocupan por completo en los hombros de lo mejor de la película, Jonathan Majors como Kang, un villano sentido, presente y víctima de la película que le rodea.
Calificación personal: 5/10.