SQUID GAME (2021) – RESEÑA

Squid Game

¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar? Una pregunta directa al ego, razón por la cual la gran mayoría te responderían “hasta donde sea necesario”. Pero en su núcleo esa respuesta está bien alejada de la realidad, de por sí lo necesario tiende a volverse borroso en los planos de lo inmoral y no es hasta el momento de la verdad que nos damos cuenta de nuestro límite. Y es por esto que esta pregunta se suele repetir en las premisas de historias.

En el constante reto de nuestros personajes, solo si es ejecutado de manera correcta, podremos ver quienes en realidad son. “Squid Game” es el nuevo fenómeno de Netflix, que tomó por sorpresa al gigante del streaming, a sus realizadores y de alguna forma hasta a nosotros los espectadores. Pero a la hora de analizarlo quizás sí pudo haberse advertido, pues dentro de los aspectos que perseveran en el contenido popular se encuentra una muy específica, la adicción a una violencia desmedida que poco a poco da respuestas.

Squid Game 3

Lo vemos en “Saw”, “Hunger Games”, “The Purge”, e incontables otras, pero tomando de allí la serie también se permite amarrarse a otra adicción, el aislamiento de personas en ambientes retadores. Y aquí se pone divertida la cosa, pues en el cine y la televisión el aislamiento no es específico de la ficción, sino que existen miles de realities, programas de competencia, etc…, cuya premisa se ubica en aislar y analizar comportamientos. Desde los retos de “American Ninja Warrior” y “Survivor”, hasta el morbo de programas como “The Bachelor” y “Love Island”.

En ese sentido somos predecibles, pero “Squid Game” se distingue por su realización con concepto. La serie conoce que su eje principal es el morbo pero a la vez distingue que esto únicamente no le otorgará calidad, pues para sufrir una muerte o añorar una victoria se requiere estar invertido en la historia, los personajes y la posibilidad de algo mejor. Con eso voy a lo que entiendo es lo mejor de la serie, su aspecto humano.

Squid Game 2

Con personajes variados y sin perder el ritmo, tan pronto como en el segundo episodio ya la serie nos tiene atrapados en el ciclo de violencia y desesperanza, pues sin caer en lo predecible se da la oportunidad de presentarnos el “qué fuese sí” de todos los personajes principales, solo para darnos cuenta que ellos necesitan el juego casi tan urgente como nuestras ganas de verlos. Sus vidas están presentadas de forma que se sienta amenazante para nosotros el verlos jugar, por el simple, o no tan simple hecho de que nos sentimos conectados.

Dong-hyuk Hwang escribió y dirigió todos los episodios, por lo que no es coincidencia que se sienta la conexión entre el concepto visual de los juegos, la propia desesperación de los jugadores y nuestra conexión con ellos por conocer sus historias. Pero debo admitir que por momentos sentía que menospreciaban la inteligencia de la audiencia, pecando en mostrar flashbacks de conversaciones sin dejar espacio para nuestra propia realización. Así como también me sentí engañado con la línea narrativa del policía, que gira y gira pero no termina en absolutamente nada. Ni siquiera en presentarnos la otra cara de un villano de una sola dimensión.

Squid Game 4

Visualmente es genial, luces y colores de circo en interiores, máscaras y vestuarios extravagantes, y un Seóul hostigante e inmenso en exteriores. Como si buscara la viralidad pero de una forma intrigante y capaz. Definitivamente no es coincidencia que esto llegue después de “Parasite”, las similitudes de su subtexto ponen en evidencia una Corea del Sur clasista, o más bien una sociedad clasista por su capacidad de extrapolarse al mundo completo. Es una realidad trágica que la diferencia entre unos y otros sea tal que la idea de estos juegos ni suena tan descabellada en el mundo que vivimos hoy día.

En fin, la serie disfraza su discurso social de morbo, muestra una magnifica presentación de personajes en elementos visuales adictivos, lo que termina siendo una receta para el éxito cuando lo mezclamos con un tremendo concepto visual, nada fue hecho a lo loco, y magníficas actuaciones de situaciones que simplemente no caben en el abanico de emociones. Los actores hacen un trabajo tan genial que solo eso nos obliga a ver la serie en su idioma original, por favor rompan la barrera de los subtítulos. Su giro final no es tan sorprendente como es revelador, y permite dejarnos un sabor agridulce de que las cosas simplemente son como son, queramos o no.

Calificación personal: 8/10.