Quizás muchos estemos de acuerdo con la idea de que el cine es una forma única, irremplazable e importante hoy en día para contar historias. Sin embargo, a través del tiempo la industria se ha nutrido de diferentes fuentes para seguir, año tras año, contando cientos de historias vía el séptimo arte.
Entre estas fuentes se encuentran, por un lado la imaginación y las historias originales pensadas por los realizadores de las películas, las historias basadas en hechos reales, obras de teatro, cuentos, tiras cómicas, biografías, entre otros. Y por otro lado están las novelas, los libros y las memorias, escritas por sus respectivos autores específicamente para un público lector y en las que nos enfocaremos hoy para explicar un poco el proceso de llevar las mismas a la gran pantalla.
Uno de los primeros aspectos que debemos considerar es el hecho de que nuestro público es totalmente distinto, la técnica utilizada para enganchar a un lector no es la misma que se debe de utilizar para amarrar a una audiencia de cine. Comenzando por el hecho de que en el libro solo tienes dos elementos, las palabras y la destreza de activar la imaginación del lector frente a lo que va leyendo, mientras que en el cine se interactúa con varios sentidos, lo visual, lo sonoro, la narrativa y todos los aspectos técnicos de una producción que atraen al público a ver y disfrutar una película.
Por este mismo camino nos enfocamos entonces en el aspecto de sonido y musicalización. A la hora de pensar en como trasladar una historia de libro a película, aunque no sea lo primero en lo que pensamos, debemos de tener en cuenta que tenemos la puerta abierta de dejar saber elementos de la historia con sonidos y no palabras, introducir una musicalización que aporte al estilo de lo que se quiere contar y que vaya de la mano con la intensidad dramática, cómica o del género que se trate, mientras se van desenvolviendo los hechos en el filme.
Después de esto la mayoría de los aspectos a tener en cuenta van directo a la adaptación del guión, hay una frase muy icónica del autor David Mitchell (Cloud Atlas) que dice que “aquello que en los libros es abundancia, en el cine es exceso”. Y esto no puede ser más cierto, cuando en las novelas tenemos horas incontables para interactuar con nuestros lectores y darles infinitos detalles sobre la narrativa, los personajes, la ubicación de la historia, etc… En el cine contamos con un tiempo limitado y debemos de extrapolar los aspectos más importantes de la historia para contar de forma directa en el filme y los demás detalles, no todos, dejarlos saber por lo visual y lo sonoro como previamente explicaba.
Con esto pasamos a la historia, muchas novelas van contando sus hechos de manera propositiva, es decir sin crear urgencia sobre lo que se está contando, haciendo que de manera directa o indirecta se dejen aspectos libres para la imaginación del lector. En el cine adaptado se debe de ser directo y exacto frente a lo que se cuenta, no por la incapacidad de la audiencia de añadir ciertos aspectos de la historia con su imaginación, sino para no jugar con la exactitud de aquella historia que se quiere contar en tan poco tiempo y dejar que todo lo otro descriptivo de sucesos, ubicaciones o desarrollo de personajes se diga a través de lo visual evitando aquellas interminables descripciones que la lectura muestra.
Dentro de estas descripciones muchas veces van incluidos una amplia gama de personajes que suman o no a la historia dependiendo de su verdadera importancia dentro de lo que se cuenta. Debemos de delimitar cuales de estos personajes son esenciales, cuales no tanto y cuales para nada. Mejor enfocarse en la calidad del desarrollo de los personajes que se encuentran que en contar con muchos mal desarrollados. Y con esto paso a el desenlace de la historia, saber cómo acaba tu historia es muy importante y debe de ir acorde con los sucesos, con como se han comportado los personajes a través del filme y que tipo de decisiones han tomado dependiendo de su desarrollo.
Evitar vacíos en la historia principal pero también en las secundarias que sirven o de apoyo o de comodín. Concluir la historia específica que se quiso contar quizás dejando abiertas ciertas posibilidades pero manteniéndose fiel al material base de lo que se quizo adaptar sin perder el estilo personal de los realizadores de la película, que por más que se lleven de una guía para correctamente adaptar un libro, novela o memoria escrita a una película, saben que un aspecto importante es el de dejar una marca personal dentro de la historia, hacerle saber al público que aunque lo que se cuenta es adaptado, la forma en que se hizo es original haciendo al realizador, escritor o director un autor como cualquier otro.