DUNE: PART TWO (2024) – RESEÑA

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La imaginación te llevará a todas partes, dijo un genio una vez. Y aunque de por sí la imaginación muchas veces puede ser un reflejo disfrazado de lo que somos, nuestra capacidad de plasmarla y hacerla realidad es el acto de mayor catarsis a la que nos podemos someter. Imaginar algo y crearlo, resulta ser, no solo la satisfacción más enorme del ser humano, sino por momentos su única razón de vivir. “Dune: Part Two” es el más reciente resultado de la imaginación humana, plasmada hace más de 50 años en las letras de Frank Herbert, y hoy trasladada al arte más complejo de nuestra existencia, el cine.

Muchos pensamientos llegan a la vez a la hora de visualizar esta película, muchos más a la hora de pensarla. Pero a la hora de resumirlo, creo que existe una dualidad sorpresiva en la experiencia de verla. La primera es la más evidente, una historia que grita a todo pulmón su bagaje cultural humano, que conectamos con nuestra propia historia, y hacemos conexiones espirituales, religiosas, históricas y narrativas a patrones que vemos repetidos muchas veces en el comportamiento humano.

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Pero la segunda no es tan tangible, y es la realización personal del punto preciso en el que nos encontramos como humanidad en el que somos capaces de crear un producto de entretenimiento que rompa sus propias fronteras entre una pieza artística, una historia contada, un logro cinematográfico y una adaptación de una de las novelas más celebradas de la historia del género. Pues para llegar ahí no solo existe un responsable, sino un esfuerzo colectivo, creativo, administrativo y económico, que pudiera ponerse a la par con el conflicto entre los Atreides y los Harkonnen.

Su genialidad inicia en aquel primer punto, como la película utiliza la ciencia ficción a su favor para alejarse de los patrones humanos en el primer nivel de conciencia a la hora de verla, ¿qué logra esto? Que nos distanciemos, que pongamos una barrera entre nuestra experiencia humana y la que vemos en pantalla, y así convencernos de que aunque muy bien esto puede ser real, es totalmente ficticio y es producto de nuestra imaginación. Pero siempre con el debido respeto y seriedad que, irónicamente, nuestra imaginación merece.

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Una vez creada esta distancia entre el espectador y lo contado en la película, su historia es lo suficientemente inteligente y capaz como para mostrarnos los patrones que tanto conocemos al ser tan nuestros, la colonización, la codicia, los conflictos familiares, lo autoritario, la brutalidad, la consciencia política, la religión, la pobreza, la venganza, la mentalidad popular o de rebaño, la esperanza, y así, con una singularidad infrecuente en el cine, mantiene una sincronía en las decisiones de los personajes como para que su audiencia los comprenda, o aun más allá, se vea en ellos.

Ya no somos ellos, pero nos entendemos, pues sus problemas son mis problemas y sus deseos son mis deseos, en contextos solamente separados por la imaginación. Y con eso paso a aquel segundo punto de la dualidad sorpresiva. ¿Qué se necesita para crear una distancia y/o una barrera entre lo que vemos en pantalla y mi audiencia? Pues un equipo creativo con la capacidad y los medios para dejar volar una imaginación atenta a los detalles, pensada desde las palabras de un idioma irreconocible pero cercano, hasta la más mínima presencia tecnológica distinta a lo que hoy conocemos como real.

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Frank Herbert, al escribir “Dune”, seguro pensó que lo estaba dejando todo en el papel, como es de costumbre cuando dejamos volar nuestra imaginación sin fronteras. Y en una labor titánica de conocimiento del material original y de resumir, para contar en tres horas, cientos de páginas de contexto, lo más importante es la capacidad subestimada de imaginarse algo visual y sonoro que sirva como la nueva norma para las millones de personas que verán esta película. Pues cuando leemos, la experiencia es individual, pero en el esfuerzo colectivo de realizar una película, pensamos en el recibimiento colectivo de esta.

Hacer cine no es un ejercicio solitario, así como verlo y experimentarlo tampoco lo es, una vez presentamos algo en pantalla, audiovisual, nuestra mente inmediatamente lo toma como la nueva realidad, y para millones de fanáticos de esta saga, “Dune” ahora es lo que Denis Villeneuve ha creado para ellos. Así ocurrió con “The Lord of the Rings”, “Harry Potter”, “Game of Thrones”, y cientos de otras adaptaciones audiovisuales que terminan siendo la norma colectiva de estos reflejos imaginativos de lo que somos, o lo que podemos ser.

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¿Cómo se inicia a crear algo como “Dune: Part Two”? No tengo idea, me imagino que con una primera entrega tan buena como aquella lo fue. Capaz de mostrarnos una experiencia cinematográfica que reviva aquel género venerado hace muchos años en el cine, LO ÉPICO, resumir una historia que solo promete más y más, y darnos una de las secuelas más impresionantes de la historia del cine, revitalizando el género de la ciencia ficción. Por más creadores que se tomen tan en serio nuestra imaginación. Viva el cine carajo.

Calificación personal: 10/10.